Con el auspicio de

Con el auspicio de
Fundado en el año 2000. Auspiciado por L´Institute du Champ Freudien y el Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de París VIII.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Exceso al cuerpo

En lo que sigue, intento reunir, articular algunas conjeturas referidas al fenómeno adictivo, en un aspecto que escapa a las formaciones del inconsciente y que excede tanto el campo imaginario especular, como el simbólico. Su reducción está ligada, se limita, a ilustrar una resistencia que dibuja una tópica.

I. Para Alberto drogarse, al menos en una de sus modalidades, repetida, ritualizada, permanece ligado, es indiscernible, de cierta exhibición, de cierta mostración, mostración que es un darse a ver, un hacer signo de que.. se goza! Se prosigue y consuma llegando con frecuencia al desvanecimiento. No manifiesta ninguna oposición subjetiva respecto de esta modalidad de goce, que lo ha puesto en más de una ocasión en situaciones de riesgo y lo deja sumido en cierta confusión los tres o cuatro días subsiguientes; es también, por supuesto, su forma de eludir el problema sexual, el encuentro con el Otro sexo.

Seguramente Big One no es un mal nombre para una discoteca en la que va asociada el éxtasis, las anfetaminas, y el baile mecánico a una dinámica de los cuerpos. Allí, en ese gozarse y dar(se) a ver, en el erotismo difuso del roce de los cuerpos, de las miradas, sin otra relación entre si, se consuma una ceremonia que de algún modo expulsa la diferencia; ceremonias de autoinvestidura que recuerda las ceremonias religiosas, pero donde ha sido expulsada o perdida una función sacrificial cualquiera ligada a una filiación, es decir a una inscripción de la diferencia generacional y sexual, en la medida en que permanece anónima, en pura exterioridad.

No será difícil percibir su alcance, la forma de cierre o de clausura que comporta en relación a lo que aparece como el vacío de un llamado al goce, sobre el cual opera ocupandolo al modo de un “cuerpo extraño”, al investir una superficie sobre la que permanece suspendido, ausentándose. Este goce del Uno no se relaciona al Otro sino por el cuerpo del que se goza. Es esta aplicación lo que me interesa destacar.

II. "Mientras que el sueño alucina inventando cuerpos para el deseo, la operación farmakon parece restituir al cuerpo un objeto alucinatorio para borrar representaciones intolerables" Sylvie LePoulichet[1]

Su adicción no aparecía entre sus motivos de consulta sino entre líneas, como cubriendo, dando soporte, sustancia, a cierto vacío afectivo, a cierto vagabundeo ligado al alejamiento de la casa materna, en torno de la cual gravitaban sus pensamientos, hasta la cartografía de su merodear urbano. No apareció en primer plano hasta un tiempo después, al intentar orientarse en relación al deseo materno. Y es que más avanzaba en la articulación de su historia, más se encontraba con la falta de un término de ese deseo[2], de donde la imposibilidad de reconocimiento del suyo. Se borraba entonces en un montaje toxicómano, una suerte de añadido, de pegoteo imaginario que traducía el rechazo/plegado sobre esa cadena en la que no había sido admitido sino a desgano.

El relato subsiguiente a sus excesos ligaba en el reproche de haber abandonado a su madre esbozos de sueños, fantasías y pseudo-alucinaciones incestuosas con las que intentaba dar cuerpo, corporizar un deseo –deseo es aquí desasimiento-, el de haber estado en ese deseo. Pero esos sueños en carne viva..., no alcanzaban a restituir una piel, no vestían ningún deseo en el que sustentarse -es decir que eran incestuosos por no haber sido, de donde la angustia no funcionaba como señal en dirección a algo que pudiera faltarle al sujeto. Aparecían en ese sentido como un velo del abandono que significa la no existencia de ese deseo respecto del sujeto, mientras él permanecía “ausentado", si cualquier actividad para abandonar ese lugar resulta infructuosa porque no hay ese lugar.

En Psicoanálisis y Toxicomanías S. Le Poulichet presenta la “operación farmakon” como una forma de constituir un borde, un límite que preserva al cuerpo en tanto librado a toda instrumentalización por parte de la demanda del Otro, tomando el sujeto a su cargo, volviéndose el relojero de su propio cuerpo, el gestionario de sus goces, aun de su autoconservación. El recurso al tóxico, el hacerse un cuerpo mediante el uso de tóxicos constituía entonces una tentativa de circunscribir, localizar(se), operar como un borde frente a un llamado al goce que era también una solicitud de desaparición, un no lugar.

III No se trata evidentemente en su fading de poner en juego su propia falta para interrogar el deseo del Otro al modo de un "¿puedes perderme?" o aun de un "¿qué me quiere?" [3]; haría falta cierta sustracción de lo siempre presente para que una dinámica de las representaciones tomara a su cargo el relato y diera lugar a las metamorfosis del deseo. En tanto llama siempre a la misma respuesta del cuerpo, el goce del cuerpo, el darse a ver, obtura toda pregunta en relación a la falta en el Otro. Como respuesta anticipada, al ovillarse en el goce, se articula con un lleno, con su presencia como cuerpo, como entero, del que hace signo en tanto unidad de goce, -lo que habría que escribir quizás falta, (coma) de ser, en el sentido en que el ser, el goce del cuerpo, satura la falta, falta por ser-; en su exceso al cuerpo, parece así dar consistencia a un borde[4], a una superficie por donde apunta a reunirse, a plegarse, a estar todo él en ese goce, el que no le es por ello menos ajeno. Posee por lo mismo cierta cualidad alucinatoria, y participa de una forma de destrucción de la memoria y el tiempo. [5]

De su relato ambiguo, confuso, algo se desprende: formaciones de depósito que al modo de un "cuerpo extraño" son puestas a la carga del analista. Lo que allí se transfiere, se "da a ver", opera en su "evidencia" - que es también un punto de vaciamiento, de detención, de mutismo, en tanto no relanza los decires-[6], como una imposición extraña, sea de un órgano o de una escena, la que resulta sobreinvestida mientras el sujeto se ausenta, fijando al Otro y coagulando la transferencia[7]

IV. Si para funcionar como espejo plano, -lo que da acceso a un cuerpo especular (yo ideal)- la madre debe poder anudar el amor al nombre con el agujero erótico de la falta fálica[8], el recurso al espejo esférico, su aplicación sobre el Otro parece en cortocircuito dar inteligibilidad a formaciones en las que subsiste cierta forma de captación en abismo, al modo de una sobreimposición capaz de agarrotar su mecanismo.

¿Opera sobre un fantasma de transparencia, al modo de una catarata que da consistencia al espejo, en tanto objeto opaco-radiante? ¿Participa de una función de desalucinación, al modo de lo negro, o lo oculto? El espejo allí, como en aquel cuadro de Magritte, no devuelve sino la imposible visión de su propia espalda, anulado el tiempo para "darse vuelta", la temporalidad que ordena una cadena significante en sus juegos de retroacción y anticipación.

La estructura de ambigüedad y reversibilidad del Farmakon (remedio y veneno) realiza un cuerpo circular. Si identificamos el sujeto al corte mediano de una superficie unilatera (b.Moebius) la operación farmakon, al modo de una costura sobre su trazado comporta su anulación. En tanto realiza una relación de equivalencia o una forma de circularidad sin corte entre un tratamiento del organismo y un tratamiento de las representaciones, induce una esencial continuidad de si burlando una esquizia propia del parletre. Esta tentativa de anular "artificialmente" un corte constitutivo del ser hablante y sexuado involucra una sedacion del dolor y una actividad alucinatoria.

V- Volvamos al comienzo: un exceso de cuerpo, un exceso al cuerpo, aplicado al espejo (A), de un modo no-especular, superponible, parece proveer un cuerpo capaz de aplicarse al "espectáculo", de confundirse con él, el que adquiere una disposición de superficie, y que ha cedido al Otro, es decir a un montaje exterior, la gestión de sus goces. Pero si la realidad se configura en tanto "espectáculo", ¿no constituye la droga su envés, si no queda subsumida ahora como sub-elemento de goce sino como propiamente el borde que hace ex - sistir al cuerpo en tanto imagen, y se confunde con él? ¿No implica a la vez un modo de borradura, de velamiento, que al tiempo que la dibuja [9]torna a la letra como no operante, si no es ya el inconsciente el que la comanda?

En el seminario 23 "Joyce Le Sinthome" Lacan anota el artificio joyceano, por medio de un remiendo o añadido en un nudo de trebol, al que un lapsus o error en uno de sus cruces haría deslizar, de no mediar éste, a un nudo trivial. Pero hay más de un lugar sobre el que puede operar el remiendo. En el mismo lugar del error (lo que Lacan allí llama sinthome) conserva el "aspecto" del nudo de trebol - el que oficia de soporte de la suposición del sujeto -, y escribe una no equivalencia (entre el nudo y el cordel añadido) que da soporte a la relación sexual. Pero puede repararse aún en otro cruce, sin que deslice al nudo trivial. Obtenemos en ese caso una cadena cuya propiedad interversiva, deja al nudo y al cordel añadido en una posición de equivalencia, sus posiciones estrictamente intercambiables, en una reversibilidad particular. ¿No podríamos anotar de este modo la fórmula de soporte y clausura que encontramos en ciertos casos de adicción?



[1] Silvie Le Poulichet. .Toxicomanía y Psicoanálisis. Ed. Amorrortu. Me remito a este libro en toda su generalidad

[2] su deslocalización se podría articular en términos de “disfunciones de –fi”, en la medida en que al impedir el entramado entre el objeto y la falta en el Otro inhiben la metonimia en el punto de nacimiento del deseo.

[3] "la inducción significante a nivel del sujeto ha transcurrido de un modo que no pone en juego la afanisis del sujeto”. (J. Lacan, Seminario XI), no habilita la puesta en juego de esta desaparición.

[4] Es decir "un fragmento de realidad susceptible de investirse, que ancla la presencia del cuerpo en el mundo y organiza puntualmente la conjunción de un afuera y un adentro, asi como la articulación de una plenitud y un vacío, y luego la de una presencia y una ausencia"- S. Le Poulichet

[5] Se percibe la dificultad de suscitar su transformación en formaciones de síntomas en la cura, si ésta supone que el sufrimiento se organice o elabore simbólicamente como una interpretación del deseo del Otro.

[6] Parece esencial interrogar ese tiempo en que se ha detenido la elaboración fantasmática para dejar lugar a un repliegue narcisista-

[7] La conjetura de Sylvie Le Poulichet de trayectos pulsionales interrumpidos, refiere a formaciones en las que una parte del cuerpo ha quedado en suspenso, abierta al goce, la que se prolonga solo en un objeto alucinatorio, cuando una forma de llamado al goce ha impedido de manera parcial la simbolización de la demanda y el deseo.

[8] Héctor Yankelevich , Lógica del goce. Ed. Homo Sapiens Rosario 2002

[9] En tanto permanece fijado en una identificación mortífera, holofrásica, la que tiende a afectuarse, y que al mismo tiempo comporta una faz de borradura, de anulación o de defensa.

Ricardo Scavino

Psicoanalista