Con el auspicio de

Con el auspicio de
Fundado en el año 2000. Auspiciado por L´Institute du Champ Freudien y el Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de París VIII.

martes, 18 de enero de 2011

Acerca de "El Artesano" de Richard Sennet. Horacio Wild

En el año 2009 la editorial Anagrama publicó el libro "El artesano" del sociólogo norteamericano Richard Sennet, texto que inaugura una serie dedicada a la "cultura material" donde se comienza poniendo en el centro de la escena al artesano y su hacer. En el prólogo el autor indica que comúnmente en las ciencias sociales no se aprecian las producciones artesanales de igual manera que otro tipo de producciones, como si no tuvieran igual dignidad que las consideradas artísticas[1] , por lo que se hace necesario abrir una página nueva preguntándose "qué nos enseña de nosotros el proceso de producir cosas concretas".

La idea del presente texto es señalar algunos tópicos del libro de Sennet teniendo en cuenta posibles conexiones y entrecruzamientos que pueden establecerse con el psicoanálisis de la orientación lacaniana.

La poiesis artesanal

Al comienzo del libro "El Artesano" el autor relata una conversación mantenida con el filósofo Richard Foley donde éste le pregunta cuál era el hilo conductor de la obra. La respuesta es la siguiente: "hacer es pensar"[2]. De esta manera señala la direccionalidad de su trabajo, que puede ser resignificado desde el último capítulo a partir de una ética que se desprende a lo largo del escrito.

¿Sennet busca reconciliar hacer y saber en la figura del "artesano"? Por lo pronto lo construye en modelo para pensar destinos y estilos del trabajo en el siglo XXI, por ello su esfuerzo en ejemplificar no solo desde una artesanía que podría considerarse rudimentaria, sino también desde el trabajo y el trabajador dentro de desarrollos tecnológicos mas novedosos como diseño y fabricación de automóviles, sistemas de salud pública, software libre, otros. Sabemos que - por lo que elide - no es seguro suponer una reconciliación entre dos términos que podemos ubicar separadamente si nos remitimos al concepto de discurso propuesto por Jacques Lacan, cuestión sobre la que iremos avanzando a lo largo del escrito.

Si bien en el texto no se encuentra cita del capítulo "El papel del trabajo en el proceso de transformación del mono en hombre" del libro "Dialéctica de la Naturaleza" de Friedrich Engels, las distintas líneas argumentativas de Sennet parecieran ser continuación de conceptos desarrollados en ese lugar. Tanto Engels como Sennet se ocupan de la mano como órgano y producto del trabajo; de la constitución del espacio en la poiesis artesanal a partir de la articulación mano-ojo; del papel del trabajo y la articulación con el lenguaje en el desarrollo del hombre en lo que podríamos denominar "poiesis marxista"; todo ello formando parte del orden de una argumentación que busca contraponerse al falso-discurso del capitalismo.

Un punto que no es menor es que desde la perspectiva de Engels, la especialización de la mano como instrumento es determinante para el desarrollo progresivo de la conciencia del humano. Al alcanzar fines prácticos se desarrolla el cerebro y el lenguaje entonces "Hacer es pensar" pasa a ser una frase determinante para entender que si lo que funda lo humano es el hacer en la "periferia" de la cabeza, siendo el desarrollo del cerebro y sus "funciones" secundario al hacer humano. El psicoanálisis también descentrará lo humano del cerebro, pero ubicará en la objetalidad la condición de sujeto, estando el lenguaje ligado a lo que agujerea lo real, operando para capturarlo a costa de la división subjetiva[3].

Si la pregunta por lo artesanal llama a una definición, Sennet realiza la suya diciendo que se trata de un impulso humano ligado al deseo[4]. Artesano sería quien centrándose en la relación existente entre la mano y su cabeza, establecería un diálogo con su quehacer que evolucionaría en el desarrollo de una habilidad a partir de la posibilidad de plantearse los problemas de su práctica y encontrar las soluciones para ello, de allí que el progreso del trabajo artesanal no sea lineal sino que se desarrolle y se produzca por medio de rodeos y movimientos irregulares, que ante el encuentro de lo sorpresivo o del error permiten la posibilidad de invención.

Sennet definirá a la habilidad como una "práctica adiestrada"[5]tomando como punto de origen a la mano y el ojo que organizan el campo perceptivo del artesano, caracterizando al espacio poiético como visomanual, entendiendo el desarrollo a la manera de distintas etapas, planteando que en un primer tiempo será "necesario sensibilizar la mano en la punta de los dedos, capacitarla para razonar a través del tacto. Una vez conseguido esto, es posible ahondar los problemas de coordinación. La coordinación de la mano, la muñeca y el antebrazo da lecciones sobre la fuerza misma. Cuando se ha aprendido esto, la mano puede trabajar con el ojo para mirar físicamente adelante, para anticipar y, por tanto, mantener concentración"[6]

En el desarrollo de la habilidad cobra un papel central el ritmo y la organización de la repetición, apareciendo ligados al aprendizaje de la técnica, acercándose la idea de producción artesanal como invención basada en la preexistencia (concepción ligada a la tradición griega) y no como creatividad en el sentido de creación de la nada(concepción que sienta sus raíces en la Teología[7] judeo – cristiana)

En el ritmo intervendrán dos componentes que son la acentuación y el tiempo[8] permitiendo un equilibrio entre repetición y anticipación. El trabajo se desarrolla en forma secuenciada, por etapas que implican distintos movimientos culminando en el producto. Volver una y otra vez sobre una acción determinada permitirá la autocrítica y también la metamorfosis[9] relacionada con los cambios que se realizan a partir del trabajo artesanal, pudiendo ocurrir ordenadamente a través de la evolución de lo que llama una forma-tipo; o por la unión de dos o más elementos disímiles donde el artesano elegirá mezclarlos (para producir un nuevo material, como en el caso de la orfebrería) o montarlos (lo que generará un compuesto con partes distintas).

La marca del fabricante

Dentro de los entrecruzamientos posibles entre el psicoanálisis y la producción de "objetos concretos" nos encontramos con el problema del sujeto y su emergencia, más allá del modo de producción en el que éste se encuentre inserto.

El artesano y su obra nos permiten explorar la relación con los discursos del lazo social en el que participa, ubicándose en el circuito de los intercambios. También nos permite explorar algo del orden de lo propiorespecto de la obra, un goce singular, quizás más opaco porque se asienta en una sustancia no imaginarizable señalada por el arte-facto. Esta sustancia que desde el psicoanálisis denominamos gozante, podría relacionarse con uno de sus antecedentes que es el concepto Aristotélico de sustancia primera[10] que se ubica a nivel de la idea arquetípica por lo que en lo producido (sustancia segunda) se trataría de semejanza o desemejanza con ella (mímesis). ¿Por qué considerar esto importante? Podemos pensar la dimensión del síntoma social a través del discurso del Amo, pero para pensar la dimensión del sujeto, se hace necesario señalar aquello que es propio y sirve de orientación para pensar las relaciones entre el significante y el goce que se encuentran presentes en la obra.

Generalmente cuando nos referimos al lenguaje decimos entre otras cosas que sirve para comunicar, y de esta manera Sennet va a entender a la marca que el fabricante realiza en su producto. El psicoanálisis con el concepto de Lalangue introduce aquello de que no necesariamente la lengua está hecha inicialmente para comunicar, sino que otra operación debe suceder[11] para que esto sea posible. La sustancia en la que se construye el lenguaje no es evidente, parte de su condición es ser oscura y encontrarse velada siendo necesaria la operación analítica para intentar producir algún saber respecto de ella. Con el artefacto ocurre algo similar al lenguaje; por ello la marca que el sujeto deja en su producto puede ser encontrada bajo dos modalidades: aquella que es huella y no es seguro que busque comunicar algo; la otra que como nombre intenta producir un nuevo valor.

En la primera encontramos que en los "objetos concretos" producidos por el artesano queda una "marca personal" de su presencia[12], el "fécit" -yo lo hice- muchas veces oculto como en el caso de los ladrilleros romanos, convirtiendose en huella, muesca. Esa pura marca por ser anónima se convierte en signo para quien la realiza, por ello puede considerarse como huella de la expoliación del hacer del esclavo por parte del Amo, lo que permite ubicarla más cerca del signo perceptual[13] freudiano y lalangue lacaniana que de la palabra o el significante.

En la segunda modalidad Sennet señala un cambio que se produce en los tiempos en que se desarrolló la alfarería griega, donde aparece la "marca del fabricante" hecha para comunicar, con el nombre del artesano o del lugar donde se producía el artefacto. Si con Lacan pensamos en que la imbricación del significante y el goce está desde el comienzo, podemos afirmar que en la huella o firma nos encontraremos con la escritura de la marca –que puede constituirse como nombre propio – donde el sujeto podría representarse por el S1[14].

El taller del artesano

Richard Sennet nos invita a pasar de la figura del artesano-artista al taller artesanal como espacio social. Lo plantea a modo de "espacio productivo en el que las personas tratan las cuestiones de autoridad en relaciones cara a cara. Esta austera definición no solo atañe a quien manda o a quien obedece en el trabajo, sino también a las habilidades como fuente de la legitimidad del mando o de la dignidad de la obediencia. En un taller las habilidades del maestro pueden valerle el derecho de mandar, y aprender de ellas y asimilarlas puede dignificar la obediencia del aprendiz o del oficial"[15]. Es interesante señalar que el hecho de que las relaciones de autoridad se traten cara a cara, no apunta a mostrar una especie de comunidad utópica de hombres libres, sino un modo de producción que Marx llamaría feudal, donde las relaciones de dominio–servidumbre no está reprimidas como en el modo de producción capitalista; existen pero están exentas de lo que Marx denomina "fetichismo".

En la poiesis artesanal el artesano participa de dos discursos: por un lado es esclavo que produce con su hacer y por otro lo producido se convierte en saber articulado instituyendo un saber Amo. En la "paternidad vicaria[16]" que ejerce sobre sus aprendices el amor esta excluido y el honor del taller es factor de cohesión grupal. Sennet rescata el lugar del taller artesanal en tanto actividad que se realiza con otros, pero es evidente que no es lo mismo el taller antiguo, que el medieval o el de la modernidad. Con relación al viraje de la forma de producción Jacques Lacan nos dice que "lo que se produce en el paso del discurso del amo antiguo al amo moderno, que llamamos capitalista, es una modificación en el lugar del saber (…) la explotación capitalista lo frustra en su saber volviéndolo inútil"[17].

Si en el taller del artesano medieval coincidía el Amo con el Saber, en la modernidad con la instalación del discurso universitario se provoca un cambio que genera dos consecuencias: la primera de ella es que se oculta la verdad del Amo; la segunda es que este saber terceriza las relaciones entre quienes participan del discurso, cuestión importante que permite entender la técnica como tercero que atraviesa al tallerista y al aprendiz.

Hay un saber en la técnica y Sennet se ocupa de señalar distintas formas en las que ese saber fue transmitido a lo largo de la historia. "Es posible que el trabajo artesanal establezca un campo de destreza y de conocimiento que trasciende las capacidades verbales humanas para explicarlas; describir con precisión cómo hace un nudo corredizo es una tarea que pone a prueba las capacidades del más profesional de los escritores (y desde luego supera las mías)" De allí explica que en el taller medieval el conocimiento se transmitía generalmente por imitación, ritual y subrogación y con la escritura de la "Enciclopedia" Diderot agregaría láminas secuenciadas donde no se expresan palabras, reemplazándolas por imágenes.

Con la llegada de la industrialización la máquina pasa a ser el enemigo del trabajo artesanal. Sennet señala claramente que en la evolución de la "ciencia" se apuntó siempre a encontrar la máquina o el proceso que reemplace al trabajador calificado[18]; si hubo un interés por mejorar la condiciones del trabajo bruto y poco calificado, éste fue secundario, surgido por la lucha de los trabajadores en el cuidado de su cuerpo o por la intención de los dueños en reducir la cantidad de gente trabajando para optimizar sus ganancias.

En este período (Siglo XIX) el crítico Ingles John Ruskin había impulsado indirectamente dos grandes movimientos en la línea de la recuperación de determinada estética medieval junto con la revalorización del trabajo artesanal; primero con la hermandad prerrafaelita que rechazaba la industrialización de la decoración y la arquitectura, y en segundo lugar con William Morris considerado fundador del movimiento art & crafts (artes y oficios) que en lo concreto generará una innovación en las artes que podría pensarse como que en cada casa y no en los museos, es donde deben encontrarse las obras.

También en el siglo XIX, con la educación generalizándose a todos los estratos sociales para "educar al ciudadano", los planteos ubicados en una línea socialista intentan recuperar la disociación que el dispositivo escolar había introducido entre trabajo, juego y educación. Ruskin, Dewey y Morris pueden ser considerados continuadores de la pedagogía del taller artesanal, que pretende encarnarse en el "aprender haciendo"obligándonos a interrogarnos si la pretensión de los autores no fue malentendida por los pedagogos que representaron dicha corriente, ya que como sabemos los discursos que se producen dentro del dispositivo (En este caso Dewey en el dispositivo escolar) son usados para justificar el dispositivo.

Sennet propone una división entre lo que considera dos tipos de herramientas distintas: replicantes y robots.Las replicantes son herramientas – espejo ya que reproducen por imitación –ejemplo- los impulsos necesarios para que el corazón funcione. Los robots son una ampliación del "yo", por ejemplo la computadora implica una "memoria auxiliar" que está organizada para servir al ser humano. Estas herramientas distintas permitirán afirmar que también se hace artesanalmente un programa como el Linux, donde cada uno de los participantes pareciera estar en un gran taller de trabajo común

Puede verse y objetivarse los cambios de discurso en las distintas épocas y como éstos influenciaron áreas relacionadas a la valoración social de lo que es arte y de lo que no lo es. También puede ubicarse que con el surgimiento de al menos dos de los grandes dispositivos para el ciudadano (la escuela y el manicomio) el modo de transmisión articulada (y no articulada) de lo artesanal es tergiversada en el seno del propio dispositivo, por lo que es prudente revisar en qué se apoyan determinadas prácticas y hasta donde pueden permitir el alojamiento de un sujeto. Rafael Martín, famoso escultor de Bahía Blanca, en una nota decía que: "El arte no se enseña, ni aquí ni en ningún lado; ni hoy ni ayer, ni hace quinientos años. Lo que puede enseñarse son las técnicas, los procedimientos, lo que sostiene a las obras"[19] Rafael se percata que para que haya obra artística debe haber alguna otra cosa que la técnica, otro tipo de saber, por eso quizás sea conveniente afirmar que el saber – hacer del que se trata en el artesano es un saber hacer con lo imposible, propio de cada uno pudiendo en esa tarea –como dice Lacan- alcanzar al síntoma[20].

Notas

1-

Richard Sennet. "El artesano". Ed- Anagrama. Pag. 19.

2-

Richard Sennet. "El artesano". Pag. 9.

3-

Jacques Lacan. "El Seminario XXIII". Ed Paidos.

4-

Richard Sennet. Op. Cit. Pag. 20.

5-

Richard Sennet, Op. Cit pag 53.

6-

Richard Sennet. Op. Cit pag 292.

7-

Diccionario de Filosofía de José Ferrater Mora, "Creatividad".

8-

Richard Sennet, Op. Cit. Pags 217 - 218.

9-

Richard ennet, Op. Cit. 158 - 160.

10-

Liliana Michane. "La sustancia gozante" en "Realidades y artificios" EOL - Paidós.

11-

Jacques Lacan. Seminario XX.

12-

Richard Sennet. Op Cit. pag. 163.

13-

Sigmund Freud. "Carta 52 a Fliess" AE I.

14-

Jacques Lacan. El Seminario 23. Pag. 24.

15-

Richard Sennet, Op. Cit. pag 73.

16-

Richard Sennet. Op. Cit pág 85.

17-

Jacques Lacan, El Seminario 17, pag 32. Ed Paidós

18-

Richard Sennet, Op Cit, pag. 135.

19-

Diario de Río Negro On Line, 24 setiembre 2003.

20-

Jacques Lacan. Seminario 23. Pag 41.


miércoles, 5 de enero de 2011

LA UTILIDAD DEL PSICOANÁLISIS, HOY

La utilidad es un concepto que proviene de la doctrina de Jeremy Bentham quien en su obra principal de 1789 –fecha de la Revolución Francesa– “Introducción a los principios de la moral y legislación”, preconizaba que todo acto humano, norma o institución, debe ser juzgado según la utilidad que tienen, esto es, según el placer o el sufrimiento que producen en las personas. A partir de esa simplificación de un criterio tan antiguo como el mundo, proponía formalizar el análisis de las cuestiones políticas, sociales y económicas sobre la base de medir la utilidad de cada acción o decisión. Así se fundamentaría una nueva ética, basada en el goce de la vida y no en el sacrificio ni el sufrimiento. El objetivo último de lograr “la mayor felicidad para el mayor número” lo acercó a corrientes políticas progresistas y democráticas: la Francia republicana surgida de la Revolución le honró con el título de “ciudadano honorario”. John Stuart Mill continuó esa línea de pensamiento.

Traigo este tema de la utilidad, ya que la propuesta de Jeremy Bentham dista de la concepción que el psicoanálisis posee acerca de la utilidad. En psicoanálisis, hablamos de lo útil, en singular, en la dirección de tomar cada cuestionamiento como único y no hacer generalizaciones con el dolor, con el sufrimiento y con las consiguientes respuestas al mismo.

El psicoanálisis con Freud surge cuando descubre el Inconciente. Un objeto de estudio diferente al de las otras ciencias, y ante el cual Freud, de formación médica, de la rama de la neurología y de la psiquiatría, trata de demostrar a partir de su clínica y con sus pacientes, las histéricas, que el Inconciente no tenía una materialidad tangible pero sí se estructuraba a partir del lenguaje y esa estructuración daba como resultado un sujeto que habla y que tiene un cuerpo, aún hoy. Ya en su época fue un adalid en ese sentido.

Solo el que tiene un cuerpo vivo sufre y busca paradójicamente el bienestar en el malestar. Es lo que en Psicoanálisis transmitimos con el nombre de goce, hay un goce positivo que es el de la vida y el otro, negativo, mortificante y es ese el que trata el Psicoanálisis con la presencia en vivo –real- del analista, la intención es que el sujeto, el paciente, reduzca cada vez más el obstáculo en su cuerpo: el goce mortificante.

¿Cómo hace el psicoanálisis para abordar lo traumático de un paciente? Lo aborda por lo que llamamos el síntoma, y es allí donde el analista va tomando al síntoma como una brújula para operar. Definimos el síntoma como aquello que se repite cada vez y que en el paciente uno lo escucha como: “lo que es más fuerte que yo y lo repito.”

Volviendo a Freud, fue cambiando durante la elaboración de su teoría acerca de la conceptualización del Inconciente. Psicoanalista vienés, ha realizado en su obra magníficos avances por sobre la Psiquiatría tradicional, que consideraba a sus histéricas enfermas imaginarias o simuladoras.

La formación del psicoanalista no se realiza en la universidad, ya que no sale un psicoanalista formado de los claustros universitarios, incluso nos tienen una cierta antipatía. La formación del analista se realiza en una Escuela de analistas donde lo que convoca precisamente es la pregunta: ¿que es ser un analista?; no hay una respuesta general sino una formación sistematizada, acompañada por el análisis personal y el control o supervisión de los casos, por analistas de mayor experiencia.

En relación con lo expuesto al comienzo, el discurso analítico se diferencia del discurso médico o psiquiátrico, ¿por qué? El síntoma en sentido analítico no puede ser apreciado desde el exterior, incluso la evaluación misma de la curación es también tributaria del testimonio del paciente.

Si bien nos encontramos en Congresos, Encuentros internacionales, Jornadas locales nacionales, y publicamos para hacer conocer nuestros trabajos y la casuística, con el consecuente avance del psicoanálisis, cada vez nos posicionamos más lejos de extraer del cuerpo del paciente un conjunto de cifras y de hacer de esas comunicaciones un recuento de datos cuantitativos.

Cuando un médico otorrino saca el tapón de cera, el paciente puede llegar a decir que “escucha mejor”, aunque hay vivencias que el neurótico con su órgano auditivo “limpio” no escuchará. Si se incluye también el órgano de la visión, resulta muy adecuado el refrán de que “no hay mejor ciego que aquel que no quiera ver y sordo que aquel que no quiera escuchar”.

Estos dichos populares sentencian el uso común de la represión y su incidencia en el cuerpo. A propósito del tema que estoy abordando, ejemplifico con un caso conocido: El de Fraulein Elizabeth von R de Freud, con su astasia abasia. La mujer no podía caminar, hasta que Freud descubrió que en esa pierna donde ella manifestaba su dificultad en el caminar había estado recostado su padre, durante una larga enfermedad hasta su muerte; como consecuencia de este descubrimiento, algo reprimido dejó de estarlo y ella recuperó el andar. La huella del goce radical inscripto en una parte del cuerpo tiene relación también con su posición como mujer y el intenso amor al padre.

Una viñeta: una paciente que consultó hace ya más de diez años, que llamaré Carina, diagnosticada con “maculopatía congénita”. Esta enfermedad se manifiesta a través de manchas en la retina que impiden una visión central; su destino era acompañarse con un bastón blanco. Aterrorizada y con mucha angustia, llegó a la consulta y aún va escribiendo en el análisis un destino diferente al signado por la culpa familiar, el pecado de ambos padres, primos entre sí de haber contraído matrimonio, el misterio de la unión conyugal. La paciente ha ido tratando de vaciar el goce consolidado en este destino edípico; los efectos analíticos ya le pertenecen, desarrolló y finalizó una carrera terciaria, trabajó en el ámbito de su formación y su elección de vida la llevó a un proyecto independiente. Su carta de presentación es su nombre y pudo comenzar a poner colores a su vida anterior en blanco y negro.

En el tratamiento analítico, la subjetividad de quien conduce la cura, el analista, debe ser dejada de lado; el factor personal de quien escucha no debe estar presente, puesto que no trabajamos con lo que el paciente produce en el analista; esto debe ser analizado para evitar que el profesional escuche desde sus propias fantasías.

Con esto quiero insistir en la formación del analista, destacar que desde la época de Freud su formación ha estado garantizada en escuelas o asociaciones.

¿Por qué me interrogo sobre la utilidad del psicoanálisis, hoy? Porque el psicoanálisis se inició en el siglo pasado, durante la época de la Reina Victoria, época victoriana, época en que las manifestaciones de la sexualidad eran reprimidas, en que las mujeres y los niños eran considerados sin la sexualidad. Freud verifica que los trastornos generados por esta prohibición producían síntomas y que eran los grandes síntomas conversivos.

En el siglo XXI es justo al revés, no se concibe que el hombre, la mujer, no goce; hay un empuje de los medios, las imágenes, a tener una vida sexual activa casi desde la niñez, cada vez más precoces. No se trata de tomar una posición opuesta, sino que la propuesta de la utilidad se vincula con el modo como se usa. Y aquí aludo a la utilidad.

¿Quien se ha beneficiado con la renovación del psicoanálisis? Hay una franja etárea y social que no tenía acceso al psicoanálisis: los niños, los psicóticos y los parlantes seres que padecen los “nuevos síntomas actuales”, -como se denominan en el ámbito disciplinar– y que pueden ser abordados por el psicoanálisis: la violencia, la depresión, la precariedad, la imposibilidad de inserción social. En función de esta nueva realidad, hemos implementado centros de atención con honorarios accesibles para que los pacientes puedan tener acceso a un tratamiento digno con orientación analítica, especialmente para sujetos carenciados y sujetos frágiles.

Vivimos en este momento una época donde los ideales están caídos, no hay un Otro que transmita lo que se puede y es esperable hacer, al contrario, la transgresión se aplaude, se imita, y la perversión se elige como brújula. Entonces el psicoanálisis oferta de ambos lados, del lado de la formación de un analista y del lado del tratamiento del síntoma, tratar de ir al hueso, con la eficacia y un tiempo breve, desde estos centros de atención.

En relación a la duración de los tratamientos, quisiera correr la sombra prejuiciosa y mal uso que han realizado las terapias alternativas, hablando de lo interminable de los tratamientos analíticos. Hay tratamientos que no duran más de 4 a 6 meses, el mismo Freud escribió la única entrevista y cura del músico, Gustav Mahler. El psicoanálisis propone una cura que tiene un fin. Cuando el paciente consulta, no por curiosidad sino porque algo le produce dolor, lo angustia, repite su malestar tanto en el cuerpo como en su pensamiento, el tratamiento lleva tiempo y transcurrido un lapso de trabajo con el analista, llega a un estado satisfactorio para él mismo, donde su calidad de vida, su saber hacer acerca de lo que perturbaba, ha mejorado; ese es un buen momento para concluir. Diferente del final-final, como decía Eric Laurent, para un analista, quien lleva varias curas bajo su responsabilidad.

Contamos asimismo con la ética psicoanalítica para dirimir ante pacientes que por su estado de precariedad se sienten “dejados plantados” por lo social. Un ejemplo de ello es el caso de una indigente a quien la justicia insistía en quitarles sus hijos; lo único que a esta persona de 35 años la estabilizaba era ser madre. La psicóloga del dispensario, al escucharla, pudo operar para que esta sujeto aceptara las condiciones que el juzgado establecía para la tenencia de las criaturas.

La justicia hacía una lectura diferente, relacionada con la readaptación, mientras que la orientación analítica pudo escuchar y acompañar la singularidad de esta sujeto. El psicoanálisis de ninguna manera entra en colisión con lo legal, sino que busca el compromiso y la responsabilidad en los actos del sujeto.


Lic. Marta Goldenberg

Cba, 16 de setiembre 2009