El día viernes 9 de mayo se realizó la
clase inaugural del seminario anual ciclo 2014 “La transferencia en la dirección de la cura” a cargo del docente
invitado Esteban Klainer (E.O.L.) interlocutor del IOM2, con la coordinación de
la colega local Luciana Varela.
El invitado inició su exposición con
la “confesión” de haber “preparado la clase con un orden lógico”
pero desiste de tal preparación por cuestiones de contingencias y por los efectos
subjetivos de haber estado presente recientemente en el Congreso de la
Asociación Mundial de Psicoanálisis en París. De esta manera se dirige en
primera persona refiendo que al hablar con algo preparado se lo hace en
tercera persona, efecto que también cree que se encuentra en “La dirección de
la cura y los principios de su poder” ya que el tema de todo el escrito de
Lacan es sobre la acción analítica, con particular acento en términos de la
acción. Señala como cuestión fundamental del texto de Lacan aquello que se puede
extraer como actual siendo ese texto del año `58. Respecto al contexto de la
escritura se trata de un momento particular porque se ubica en un momento en
que Lacan se separa de la Sociedad Psicoanalítica de París que era la
institución que formaba parte de la IPA. Se crea así la Sociedad Francesa de
Psicoanálisis mediante la organización de un coloquio internacional con la firme
intención de lograr la inscripción dentro de la IPA. Es en esta circunstancia
que Lacan se presenta frente a la comunidad analítica internacional para
cuestionar radicalmente, con este texto, todo lo que era el psicoanálisis hasta
ese momento y centrándose, no tanto en hablar de los analizantes, sino en
hablar del analista.
Lo que ubica como sin referencia a lo
actual tiene que ver con toda la crítica rigurosa a las corrientes del yo
autónomo, a la reeducación emocional, la contratransferencia, ya que hoy no nos
encontramos en esa situación ni en relación a esas corrientes. Pero refiere
como algo absolutamente actual cuando Lacan en ese contexto, y dirigiéndose a
la acción del psicoanalista, dice (cita textual página 566): “pretendemos mostrar en qué la impotencia
para sostener auténticamente una praxis se reduce, como es corriente en la
historia de los hombres, al ejercicio de un poder”. Con esta cita señala
que todo el argumento del texto está en lo siguiente: todas esas corrientes, en
la impotencia de sostener auténticamente una práctica, se deslizan al ejercicio
de un poder. Este punto es de actualidad y se pregunta: ¿quién puede decir que no se encuentra con la impotencia de sostener
auténticamente su práctica en ningún momento, y más en la clínica actual en que
nos encontramos con que recibimos demandas de sujetos que no está del todo
claro que tengan un interés en entrar en un análisis, descifrar sus síntomas o
tener una apertura del inconsciente, sino más bien casos en los cuales no nos
queda muy claro que no se trate de psicosis, en que lo viene son gravedades
sintomáticas importantísimas, crisis de angustia terribles, y todo el tiempo
nos encontramos en un clima de impotencia en el qué hacer? De esta manera,
y dirigiéndose al auditorio en primera persona, desarrolla la clase
transmitiendo los encuentros con esas impotencias en su práctica clínica pero
también en tanto analizante. En este sentido relata, a partir del trabajo en
análisis de un sueño de repetición infantil y otro de la adultez que le hace
eco, lo traumático y la respuesta al trauma. Esta respuesta sintomática y su
articulación fantasmática, según refiere ha tenido consecuencias en el punto de la impotencia de sostener la autenticidad en la
práctica analítica. Frente a esa impotencia el analista no sabe cómo, sin darse cuenta,
se encuentra dando directivas a los pacientes. Por eso en el texto, Lacan va
dando señales de cómo reorientar la cuestión para salir de esa impotencia que conduce
al ejercicio de un poder, ya que ese ejercicio no es el análisis. Ahí Lacan da
una única directiva para transmitir al paciente. Se trata de la comunicación de la
regla fundamental del análisis ubicado como un momento sumamente importante en
la dirección de la cura, incluso con su carácter paradojal en tanto, al
tratarse de palabras, introduce una equivocidad. Aparece entonces la diferencia
con las terapias conductuales y su sostén en la instrucción. Sin embargo,
aclara, es aquello de lo cual los analistas no estamos exentos cuando nos
encontramos con la impotencia y en esto el control (supervisión) de la práctica se hace imprescindible.
Entonces, para reorientar la práctica, Lacan plantea en el texto las dos trilogías
muy conocidas: por un lado, y poniendo al analista en el banquillo de los acusado, lo que éste paga: con sus palabras en la interpretación, con su
persona en la transferencia y, lo más enigmático, el pago con su
juicio íntimo. La otra trilogía que se articula es la táctica, la estrategia y
la política; términos que no vienen del psicoanálisis sino más bien de teorías
de la guerra. Sería la táctica en la interpretación, la estrategia en la
transferencia y la cuestión difícil de cual puede ser la política del
psicoanálisis, donde se puede ubicar la política del fin de análisis como
horizonte. En esta trilogía también se puede ubicar el desliz al ejercicio de
un poder. En cuanto a la interpretación, al nivel de la táctica, dice que el
analista es libre por eso no se encuentra tanto el deslizamiento al ejercicio
de un poder sino quizá a un analista que diga cualquier cosa como
interpretación sin que esté sostenida por una estrategia o una política. Lo
crucial se juega en la estrategia de la transferencia propiamente analítica en
términos del desdoblamiento que implica para el analista y cómo la estrategia a
sostener es ese desdoblamiento. En esto Lacan dice que el analista paga con su
persona porque se tiene que desdoblar en su persona y en un otro lugar desde
donde podrá escuchar e interpretar. O sea un desdoblamiento que permita no
identificarse a la persona a la cual el analizante se dirige y que al mismo
tiempo el cuerpo en presencia hace soporte. El tercer punto más complicado es
el de la política del psicoanálisis y la cuestión del pago con el juicio
íntimo. Se plantea la cuestión de que el juicio íntimo sólo es tal en tanto es
sin ninguna garantía, en una absoluta soledad. Este es claramente el lugar
donde se juega verdaderamente el acto analítico, lugar sin otro donde se puede
ubicar la necesidad del control de la posición del analista y su acto pero
después del acto. Relata, para transmitir esta cuestión, una viñeta clínica que
muestra los efectos del acto analítico y su autenticidad ubicados en las
coordenadas de lo trabajado en el análisis respecto de lo sintomático del
analista. Entonces lo que Lacan nombra como pagar
con el juicio íntimo va al punto que más adelante en su enseñanza será trabajado
como el acto analítico. Punto mismo de falla de la estructura, de la ubicación
de algún real que, en términos de la dirección de la cura, es apuntar al
corazón del ser del analizante. Cita a Miller y su conferencia “Un real para el
siglo XXI” donde dice que quizá haya que reformular algo de lo que es el deseo
del analista que, en tanto impuro al decir de Lacan, es un deseo de alcanzar en
el otro su real y separarlo absolutamente del sentido. Se trata de sostener y
atrapar un real de cada quien a la manera de lo que se transmite en los
testimonios de pase respecto del encuentro con un real propio. A manera
ilustrativa, se hace referencia al documental “Una cita con Lacan” en relación
al testimonio de Susanne Hommel. Finalmente ubica en el apartado dos del
escrito la articulación entre interpretación y transferencia. Lo que plantea es
cómo introducir una lógica en la dirección de la cura y que para esto hace
falta una interpretación que instale la transferencia. Una interpretación que
produzca la rectificación subjetiva, que arme el dispositivo analítico y la
transferencia en términos simbólicos -lo que será luego el sujeto supuesto
saber- punto donde podrá ubicarse una entrada en análisis.
La presentación de casos clínicos
estuvo a cargo de Roxana Vega Alonso y Marcos Pelizzari con comentarios de
Esteban Klainer y conversación fluida con el auditorio.
Marcos Pelizzari
Marcos Pelizzari
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